lunes, 17 de agosto de 2009

Pensamientos sobre el rapto de mi reloj.


El sábado que caminé en la calle, extrañamente sentí un ligero susurró de airecillo gélido que se filtraba entre mi camisa y mi chaqueta de piel y bastante extrañado noté que mi reloj no estaba. En principio lo más obvio era pensar que se habría quedado en casa y que había optado por tomar un sábado tranquilo viendo televisión basura en el sofá.

El domingo seguía sin aparecer por casa, lo fui a buscar a sus sitos habituales, el cajón a lado de mi escritorio, en los estantes a lado del comedor, en la cocina a lado de la olla con agua hirviendo para la pasta, hasta le busque en el obscuro antro del cajón de mis calzoncillos y nada. Traté de mandarle un sms, pero recordé, que pese a haber tenido un trato casi de amigos por más de dos años no me había pasado por la cabeza pedirle el teléfono móvil a un reloj.

Para el lunes ya tenía una sospechosa, aunque pese a tratar con creativas técnicas latinoamericanas de tortura (Léase Pedro y el Capitán de M. Benedetti) para obtener información, soló encontré una vaga pista. Parece que el ejercito de la naranja mecánica está intensamente entrenado en técnicas para evadir las más avanzadas tecnologías policiacas mexicanas de interrogación. ¿Será que hay miedo de que les roben el secreto para hacer el queso Gouda?.

Hoy ya es martes, tengo depresión por la falta de mi compañero inseparable de mi muñeca izquierda, nostálgicamente miro el vació que forma la entrañable pulsera ausente de bronceado. Pienso que el raptor es un coleccionista esquizofrénico que gusta de robar pequeños trocitos de las personas, para después pulverizarlos y comerlos mezclados en un pan. ¡Qué malévolo plan me digo, y mientras frunzo me enojo!.

Amanecí otra vez después de una noche sin pegar ojo, el secuestro de mi reloj me hace estar atento a cada movimiento de los ácaros que hay en mi almohada. Absurdo, pero al final el raptor, se robo mi pausa, mis manías, mis convencionalismos, me dejó libre y feliz. Alguien es deña de mi tiempo y lo domina, no sé quién es.

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